viernes, 10 de agosto de 2012

Volar y volver.

Las horas pasan y son insuficientes,
hasta las estrellas parecen hoy agujeros en un cielo
que ha teñido de negro un amigo en su último vuelo,
que ha vestido de gala el funeral de un amor.

El ambiente se enrarece pero todo sigue igual.
Las farolas continúan en la noche sus jornadas,
el asfalto exhuma rabia contenida
y una nube de tristeza envuelve la ciudad,
no nos deja respirar,
ni ver,
ni oler...
El aire está contaminado de vacío y confusión.
Todo sigue igual,
medio dormido,
algo despierto,
ciudad indiferente a la verdad y al desengaño.
Pero hay que seguir su ritmo frenético
que no va a ningún lugar.
Seguir...
Seguir...
¿Seguir hacia dónde
en esta ciudad construida en espiral?
Es hora de desviar el recorrido.

Hay tanta niebla en el camino
que siento que mis pies, casi de barro,
se van a deshacer en polvo seco
ante tanta densidad de esta nube.
Es hora de morir,
que esta ruta y estas manos llevan mucho tiempo agonizando
d tanto revolver entre los posos,
de tanto vaciarse de sentido.
Es hora d cerrar la soledad que me acecha
y que busco al huir del contacto con los ojos,
de las manos de un extraño,
de un abrazo que me cal hasta hacer que se revuelan mis entrañas.
Es hora de vuscar en cualquier parte
la música que encierran mis oídos
y dejarla volar...
y volver...
y volar...
y volver...

Es hora de dejar el sueño
para aquellos que quieran dormir en esta vida
y dedicarse a estar despierto,
dedicarse a obsesionarse con lo cierto
y perder por aquello que se gana,
revolverse en el asiento con lo bueno que la suerte nos depara
y aquello que nos quita.

Y emprender, sin alas, muchos vuelos.

Es hora de darle al amor la oportunidad de serlo,
y no confundirlo entre la gente.

Es hora de darle a la rutina su vacío,
dejar que se sienta segura en su grisácea presencia
mientras yo, cada día,
empiezo sin saber cómo será.

2 comentarios: