lunes, 20 de agosto de 2012

Sequía

   Sólo hay un lugar donde vuelan los peces y las raíces crecen hacia la luz; donde las hojas de los árboles, bajo la tierra, se alimentan de silencio.

    En ese lugar las calles son pasto de toros sin fuerzas y las aves han perdido su canto entre el humo que, en el aire, ocupa más espacio que el viento.

   Allí se vive dormido y se duerme despierto. La realidad es un desengaño. No hay niños ingenuos, ni perros ladrando. No hay hombres que lloren ni pidan amor; ni mujeres con un gramo de más en su cadera que desequilibre su camino hacia la nada sobre agujas de tacón.

   Es un lugar pintado en colores extraños, por muchos años en sequía. Y así fue, hasta que llegó la lluvia y lavó los muros y pintó de nuevo, con su olor a madera, la conciencia.

viernes, 10 de agosto de 2012

Volar y volver.

Las horas pasan y son insuficientes,
hasta las estrellas parecen hoy agujeros en un cielo
que ha teñido de negro un amigo en su último vuelo,
que ha vestido de gala el funeral de un amor.

El ambiente se enrarece pero todo sigue igual.
Las farolas continúan en la noche sus jornadas,
el asfalto exhuma rabia contenida
y una nube de tristeza envuelve la ciudad,
no nos deja respirar,
ni ver,
ni oler...
El aire está contaminado de vacío y confusión.
Todo sigue igual,
medio dormido,
algo despierto,
ciudad indiferente a la verdad y al desengaño.
Pero hay que seguir su ritmo frenético
que no va a ningún lugar.
Seguir...
Seguir...
¿Seguir hacia dónde
en esta ciudad construida en espiral?
Es hora de desviar el recorrido.

Hay tanta niebla en el camino
que siento que mis pies, casi de barro,
se van a deshacer en polvo seco
ante tanta densidad de esta nube.
Es hora de morir,
que esta ruta y estas manos llevan mucho tiempo agonizando
d tanto revolver entre los posos,
de tanto vaciarse de sentido.
Es hora d cerrar la soledad que me acecha
y que busco al huir del contacto con los ojos,
de las manos de un extraño,
de un abrazo que me cal hasta hacer que se revuelan mis entrañas.
Es hora de vuscar en cualquier parte
la música que encierran mis oídos
y dejarla volar...
y volver...
y volar...
y volver...

Es hora de dejar el sueño
para aquellos que quieran dormir en esta vida
y dedicarse a estar despierto,
dedicarse a obsesionarse con lo cierto
y perder por aquello que se gana,
revolverse en el asiento con lo bueno que la suerte nos depara
y aquello que nos quita.

Y emprender, sin alas, muchos vuelos.

Es hora de darle al amor la oportunidad de serlo,
y no confundirlo entre la gente.

Es hora de darle a la rutina su vacío,
dejar que se sienta segura en su grisácea presencia
mientras yo, cada día,
empiezo sin saber cómo será.

miércoles, 27 de junio de 2012

Paz...


La paz busco y en el camino me encuentro con la vida y sus vaivenes, sus agitadas ráfagas de cambios y fines, sus luciérnagas en la noche y sombras y cuevas oscuras bajo la luz del sol. Busco la paz y en el camino encuentro vida, y esta me enseña la muerte en cada uno de sus rincones, rotunda y eterna, extensa por todo el aire y toda materia... me muestra la tristeza más profunda y la soledad, me muestra el vacío y la angustia de la supervivencia y todo tipo de paisajes dolorosos. Me muestra, la muerte, su infinita presencia y asfalto que cubre todas las carreteras. Y en ella me encuentro que nace algo pequeño y tembloroso y, respirando, crece y se anida. Y volverá en su vida a la muerte, y volveré la muerte a la vida... Sin que nuestra conciencia humana termine de entender en qué consiste, ni su tiempo, ni su presencia.

Música


La música es la emoción incorrupta por la razón y el mecanismo de la escusa; la emoción envuelta de verdad cruda a la vez que estética, algo plenamente humano, aparentemente divino. La música acorta los días cuando se alargan sus canciones en la senda del extraño dominio de las formas sinuosas de la mente. En la música no hay marcos tratando de encuadrar la niebla, hay niebla entrando voluntariamente en compases exactos.

A la música se llega por la brisa en el desierto, por la lluvia en la estepa, por la certeza y la esperanza de lo invisible. A la música se llega por el dolor y la piel raída de palabras. Se llega hasta ella por el sueño despierto y por el sueño dormido, por los ojos abiertos que no se pueden cerrar y todo aquello que, aunque durmamos, nos espera.

No es música otra cosa que la sublimación de la palabra, del lenguaje; una forma de amor más allá del alcance de nuestro entendimiento; algo latente en la distancia entre dos personas.

Si dios existe, es a través de ella como nos habla, o nos tienta, o nos enseña. Si él no existe, no entiendo que ella exista. Quizá sean lo mismo. Quizá yo no lo entienda.

Es en la música el perdón tras las palabras y tanta matemática del sentimiento. Es la música una pequeña muerte y un renacimiento. Es la calma del agua, del ser, tras la agitación de la conciencia humana.

Es la música lo que mejor habla contigo. Y conmigo.

Es un regalo que alguien nos hizo alguna vez para que pudieses comprender lo incomprensible.

miércoles, 6 de junio de 2012

La calma del caracol


Siempre me han fascinado los caracoles. Por dentro translúcidos y suaves bajo dura concha en  la que cobijarse cuando tienen miedo, o simplemente para poder dormir. Su belleza lenta, cándida, húmeda, me conmueve especialmente en días como estos, en los que me encantaría que lloviese para poder salir, respirar eso que deja la tormenta en el aire, esa mezcla de vida y de muerte sin paliativos, sin humos que encubran de lo que realmente está hecho el viento: de principio y fin, con todos sus matices.

Hoy, como un caracol, busco una sombra oscura y silenciosa. En realidad, como un caracol, cualquier pie podría hoy romperme en pedazos: mi escudo es, en sí mismo, una mentira. Pero no importa. Solo quiero dormir.


Añoro su lentitud, su bondad inofensiva, su calma bochornosa… Hoy siento que no podría pasar un día de mi vida sin correr por algo, sin cuestionarlo todo, sin temer la nada, sin doblar el rumbo sin temblar, sin dañar a alguien o, por el contrario, otorgar a algún desconocido el bálsamo temporal que necesita. Porque nada es eterno. Pero eso no perturba la calma de los caracoles. No importa si el tiempo se acaba, no importa si se pierde o si me pierdo. Si fuese un caracol, simplemente, sería.

En Madrid es difícil salir. Aquí no hay mar y apenas llueve.